El abarrote, el tianguis y la vendimia también construyen el mundo del Antojo.
Los días que guardamos en la palma de la mano nos suben por los dedos. Llegan a los labios y balbucean esa sonrisa serpentina. Nos enreda; sube y aparecen las voces con los ojos abiertos de par en par.
Entonces cantan.